Temor, temblor.

 

Mientras caminaba un sábado por la tarde en la Capital entre las calles Morandé con Miraflores siempre al estilo de Martin Rivas -extraño en un mundo ajeno, de repente me encontré con una feria llamada “XXVIII Feria del Libro Usado”, la cual, según me enteré al poco tiempo de entrar, que no se realizaba desde hacían 4 años debido a factores de crisis social y pandemia. A penas entré a la feria, debo reconocer que el lugar estaba lleno de gentes de todas las edades observando variados libros mientras sonaban de manera amena canciones al parecer italianas y francesas en el ambiente. Ocurre en situaciones como estas en Santiago que llega todo tipo de gente a veces por puro aburrimiento, sean lectores de verdad o simplemente por mera diversión o curiosidad, sobre todo a metros del Parque Forestal y el Cerro Santa Lucia. Mi primera intención al entrar fue darme cuenta de que, erróneamente a como pensaba, yo no era el único lector y amante de los libros en esta enorme ciudad de piedra.    

Revisando los puestos me percaté que había de todas las variedades: literatura clásica, ciencias sociales, economía política, filosofía, geometría, libros de medicina, arte y teatro, en fin. A diferencia de otras veces, en esta ocasión no buscaba nada en particular, aunque, de todas formas, conozco a ciertos autores de manera tal que podría llevarme cualquier libro de su proveniencia simplemente por curiosidad. Tal fue el caso de “Una pena en observación” de C.S Lewis, a penas lo vi, casi nuevo e ignorado por todos, lo abrí para echarle una rápida ojeada. Las primeras páginas me decían: «Nadie me había dicho nunca que la pena se viviese como miedo». Me dije, ¡esas son frases para un tipo como yo! Seguí leyendo las páginas siguientes y su lectura me pareció amena y de fácil entendimiento, un buen bocado para aquellos que leemos casi saboreando las palabras de un libro. Sin más, lo compré. 

- El vendedor me preguntó: Se lleva un muy buen libro ¿Algo más? 

Le pregunté por una joya “Mero Cristianismo”, del mismo autor. 

-Se vende como pan caliente, dijo sonriendo. Lewis, junto con Chesterton, Aquino y San Agustín son los primeros en irse, la gente se los pelea. Además, se venden a muy buen precio, entre risas. 

Di una última mirada al estante donde se encontraban los libros mientras el vendedor buscaba una bolsa donde dejar mi nueva adquisición. Mientras me la facilitaba, comentó: 

- ¿Seguro quieres leer un libro como ese? Es una pena lo que le pasó al autor. 

Le asentí con la cabeza, aun sin saber de qué trataba el libro. Prosiguió:  

- A veces todos nos sentimos como el autor, sentimos que de alguna forma Dios nos cierra la puerta en nuestras caras en medio del dolor más profundo, en que llegamos a preguntarle ¿dónde estás? Y recibimos de vuelta nada más que una puerta cerrada en nuestras narices, un ruido de cerrojos, «un cerrojazo de doble vuelta en el interior» 

Le respondí con una sonrisa un poco cínica, sabía que no era el tiempo ni el lugar para una larga discusión relacionada con la Providencia, además, no sabía de qué trataba el libro, desde ese punto de vista iba a hablar desde la ignorancia. Sin embargo, pensé dentro de sí, ¿acaso Jesucristo mismo no sintió el abandono absoluto de su Padre mientras su sangre corría por el madero? ¿Acaso el pueblo de Israel mismo no sintió el abandono de su Dios en su periodo de esclavitud en Egipto? ¿Y que fueron acaso las lamentaciones y reflexiones finales de Salomón en el libro de Eclesiastés? Preferí callar.  

El vendedor, lector experimentado, habrá visto en mí la sencillez de un joven simple que solo anda en busca de nuevas experiencias lectoras por lo que desistió en dejarme partir de manera inmediata. 

-A C.S Lewis se le murió la mamá, el padre y la esposa de cáncer. Este libro son reflexiones tras la muerte de su amada, a quien menciona como H. Mientras se encogía de hombros, me dijo que no sabía si él podría soportar una pena así tras parafrasear una frase usada mucho en la actualidad: «Los tiempos difíciles crean hombres fuertes...». 

Debo reconocer que a estas alturas la conversación me parecía interesante, respondí: 

-En su libro, El crepúsculo de los Ídolos, Nietzsche menciona en sus Aforismos, lo siguiente: «Lo que no me mata me hace más fuerte». Al mencionar esa pequeña frase me acordé de que tengo la virtud de memorizar frases de grandes autores y mencionarlas de vez en cuando en conversaciones cotidianas. Siempre me ha gustado poseer esa habilidad que he ido desarrollando en el tiempo y me he dado cuenta de que normalmente es algo que a la gente le gusta, muchas veces me dicen que lo repita cuando la idea no se entiende a la primera.  

Cuando parecía que la conversación se acababa luego del apretón de mano que le di al vendedor, asintió: 

-El dolor nunca es conveniente, pero no viene la sabiduría sino simplemente por el dolor. ¿De cuál de todos los placeres y deleites crees que has salido más sabio? No sé si creer en Dios, pero el dolor es una prueba de que la Deidad existe. Con respecto a Nietzsche, nunca me ha gustado su filosofía, creo que el superhombre no es otra cosa es el hombre redimido con cuerpo incorruptible de la idea cristiana. ¿Y que es Zaratustra sino un impostor? ¿Un anunciador de Jesús como Juan el Bautista? ¿Qué es el gran mediodía y todas esas parábolas de Zaratustra hablando siempre en tono apocalíptico cuan si fuese el Mesías? 

Mientras reflexionaba esas palabras me acordaba de mi etapa universitaria, de cuando tenía certámenes y en vez de estudiar las materias propias de la ingeniería me lanzaba de lleno a estudiar los libros de filosofía y ver cómo conciliar esas tesis con mis preceptos cristianos. Al menos, eso fue lo que me pasó mucho tiempo con Nietzsche, a quien yo conocía bastante bien. Hubo un momento en que llegue a pensar que había mucho de cristianismo en Nietzsche, que, así como él decía que la misma raza alemana <aria> estaba embarrada de cristianismo desde Martin Lutero, pasando por el romanticismo y la filosofía de su época, el mismo en la génesis de su filosofía aceptaba los principios y preceptos cristianos, aunque se definiera en contra del cristianismo y simplemente como un inmoralista. Situado más allá del bien y del mal.  

Me di media vuelta, me acerqué y le dije en voz baja: 

-El dolor tiene relación con nuestro pecado, y el pecado tiene relación con el hombre caído. Al final de cuentas, somos criaturas echas a imagen y semejanza de Dios. El pecado va en contra de la naturaleza espiritual que Dios otorga al ser humano, pero aun somos carne, nuestro dilema eterno es el siguiente: que no podemos despojarnos de la carne, ergo, del pecado. El pecado va en contra de mi deleite en Cristo, resumiéndolo en palabras de Nietzsche, «el reino de Dios comienza donde acaba la vida», porque la vida, para el filósofo alemán era instituto, pasión, búsqueda de lo terrenal. La vida es lo dionisiaco. Y el sentir dionisiaco va en contra de la moral cristiana que es apolínea, de formas, de estructuras, de límites.  

Mientras mencionaba estas palabras se acercó una persona a preguntar por algún libro de Georg Lukács, no recuerdo muy bien el título del libro, pero tenía relación con una crítica a las grandes obras literarias. En medio de mis pensamientos me acordé de este autor, del cual en realidad no conocía más que su denso libro que había leído en cuarto de universidad, “Historia y consciencia de clases”, con un fuerte arraigo en la filosofía materialista dialéctica, un libro dificilísimo de entender.  

El vendedor le mencionó que no le quedaba nada de ese autor, pero le ofreció su tarjeta en caso de alguna novedad.   

En ese transcurso reflexionaba sobre lo que le había respondido al autor, me pregunté a mí mismo ¿sufrimos simplemente por nuestra desobediencia a Dios? Eso es algo de lo que no estaba seguro del todo. A veces, en mis más recónditos pensamientos, tengo la idea de que Dios nos hace sufrir por gusto, como un Dios malévolo que humilla a su Perfecta Creación. Y cuando me tomo muy enserio esa idea no encuentro salida a este mundo, entro en lo que se podría llamar un pensamiento existencialista, un escepticismo brutal, el absurdo mismo. «¿Para qué? ¿Por qué? ¿Con qué propósito?» Así reza un existencialista. Venía a mi memoria el Salmo 88: «Me has puesto en el hoyo profundo», «Sobre mi reposa tu ira», «Has alejado de mi a mis conocidos», «¿Por qué Oh Jehová desechas mi alma? ¿Por qué escondes de mi tu rostro?», «Desde la juventud he llevado tus terrores, he estado medroso». Sin ánimo de esperanza en medio del temor y temblor culmina: «Has alejado de mí al amigo y al compañero, y a mis conocidos has puesto en tinieblas» 

 

Desde mi punto de vista y sin una mirada Cristocéntrica de las Escrituras, veo simplemente un sufrimiento plano.  

 

Volviendo a nuestro asunto agregó: 

- ¿Entonces para qué la idea de Jesucristo? Me parece todo absurdo. Jesucristo está muerto en nuestros tiempos. ¿Ve? Los jóvenes actuales, desde muy temprana edad, prefieren leer el materialismo, la idea de que no hay nada más allá del espacio y el tiempo como lo concebimos ahora, tú y yo. La nueva religión que nos hace creer que no hay vida más allá de la física. ¿Dónde cabe aquí la idea de Dios y su Hijo? Sus palabras fueron al más puro estilo de Bakunin.  

Me acordé nuevamente del materialismo. Decía Althusser, que el materialismo era como subirse a un tren sin saber de dónde viene y sin saber a dónde va. A diferencia del idealismo, que es como subirse a un tren sabiendo desde donde viene y sabiendo hasta donde va. El cristianismo es así, sabemos perfectamente de dónde venimos, para que estamos en la tierra y hacia donde vamos. 

-Le dije: Planteándose así la cuestión, vacilar se hace imposible. Estamos en un mundo predominantemente materialista. El materialismo como filosofía está copando todos los espacios de la vida cultural y espiritual del hombre. Pero los cristianos no podemos ni debemos retroceder, nuestro mandato es predicar el evangelio aun en miedo de cualquier tipo de adversidad o filosofía. Esta es la historia de la Iglesia primitiva, que tuvieron que luchar con la filosofía romana, el helenismo heredado a los griegos y la tradición judía de la época, donde algunos daban hasta su vida, tal fue el caso del primer mártir, Esteban, narrado en el libro de los Hechos. Me faltaría tiempo para hablar de la valentía de los puritanos y reformadores del siglo XVI que se enfrentaron a la superestructura de la Iglesia de Roma y al humanismo contemporáneo.

Cuando me identifiqué como cristiano el vendedor me quedó mirando con cara de asombro y exclamó en tono de crítica: 

- ¿Si es cristiano, por qué ha leído tanto a Nietzsche y conoce muy bien el materialismo? La gente como usted no hace más que leer los libros Sagrados de las Escrituras. Como los judíos, que ya tiene bastante con la Torá, el talmud, la guía de los perplejos, la misha, entre otros escritos de grandes judíos de todos los tiempos. 

Esta pregunta, más que todas las anteriores, me hizo reflexionar bastante sobre mí. ¿Por qué yo, siendo cristiano, me había dedicado o había dedicado tanto tiempo a filosofías paganas? ¿Por qué no había tomado clases de teología en vez de llenarme de paganismo puro en la intimidad de mi cuarto? La verdad esto es algo que me he planteado toda la vida, siempre digo, medio en broma, que estoy entre lo santo y lo profano. El Apóstol Pablo nos manda a ser imitadores de él y el de Cristo. Y en verdad, yo no me veo a Cristo leyendo a Sócrates, Platón o Aristóteles.  

-Porque me parece interesante conocer todas las líneas filosóficas, exclamé 

Pero tampoco quedé conforme con mi segunda defensa. Yo sabía, al final de cuentas, que estaba en deuda con Dios. Me acordé de esas mañanas en que prefería leer a Platón en vez de mi Biblia, incluso hubo un tiempo en que intenté conciliar a Jesús con Sócrates como grandes maestros morales 

La conversación parecía aletargarse, no habíamos quedado en nada. No supe defender del todo mi fe y me sentí, con una simple pregunta, muy afectado, porque en verdad era algo que sentía y me daba vueltas en la cabeza desde hacía mucho tiempo. ¿Se había glorificado Cristo en todo esto? Me temo que no. Había fallado, otra vez, en mi profesión de apologista.  

 

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