 |
Libro "Libertad y socialismo", traducido por la FPP.
|
Jean Gustave
Courcelle-Seneuil, de origen francés, es uno de esos liberales de los cuales
poco se habla en el mundo y en Chile, incluso aunque se haya radicado en
nuestro país por casi una década a mediados del siglo XIX
y aun tenga su nombre reservado en alguna facultad prestigiosa de nuestra
república. A partir de junio de 1855, empezó su labor académica en el Instituto
Nacional, y fue incorporado en julio de 1856 como miembro de la facultad de
Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile. Desde allí, en palabras de
Diego Barros Arana, ejerció "una benéfica influencia en nuestro desenvolvimiento
intelectual". Su libro, Libertad y Socialismo, prologado por el
profesor Alfredo Jocelyn-Holt, es otra pieza elemental dentro del eslogan,
hasta ese entonces emergente, «laissez faire», en contexto de
revoluciones, transiciones de tipos de gobiernos, asambleas constituyentes y
perseguimiento político en el país galo que se alejaba de la monarquía absoluta
de Luis XVI.
Como se caracterizaba
entre los economistas de la época, en contraposición a los filósofos y su afán
por explicar sucesos fundamentales del universo (y la sociedad) en un lenguaje
poco común, Courcelle-Seneuil nos explica la política económica como a niños en
el siguiente escrito, que, de por sí, es un título polémico y que no
pasa desapercibido. Algo así como la misma forma que ocupa el ilustrador escocés,
Adam Smith, en La Riquezas de las Naciones, al quien, con mucha
seguridad le tuvo por maestro y, como no, si hasta le dedico páginas y páginas
en un tomo denominado Adam Smith: richesse des nations.
A pesar de la longevidad
del libro, que data del 1868, da la impresión que estamos leyendo algo que se escribió
recién hace una semana, debido a la similitud de la discusión política otrora y
la contemporánea, tales son: Las diferencias entre la libertad y la coerción en
el conjunto de los súbditos después del 1789, la disputa entre los reformadores
(revolucionarios) a los que trata de ingenuos, arrogantes, dogmáticos, de
lenguaje rencoroso al estilo de un teólogo taxativo o de un militar dando órdenes
(dice el, al estilo de Moisés dictando las leyes) y los conservadores que eran
como la gente prudente post revolución francesa (decaimiento de la monarquía
absoluta del Antiguo Régimen), la disputa entre los sensacionalistas que odian
las ciencias (principalmente la económica) tildándola de aristocrática y los
economistas a los que además se les trataba de burgueses ingleses (aun cuando Courcelle-Seneuil
dice que la ciencia económica fue creada por los franceses Quesnay y Turgot,
algo criticable según mi punto de vista), la importancia de la libertad de
trabajo en la industria, la no abolición de la herencia, las leyes del mercado
(oferta, demanda, salarios, alza y baja de precios, etc.), la diferencia entre
los capitalistas, empresarios y obreros en una empresa, créditos y
transferencias en una economía libre, partidario también de una banca libre,
sus criticas profundas a los monopolios, lujos, ociosidad del individuo, gremios
laborales, derecho al trabajo, la labor fundamental del núcleo «familia» en la
sociedad y la importancia del trabajo femenino que, hasta ese entonces era desprestigiado.
El libro comentado no
sufre anacronismo político, la discusión entre las dos corrientes humanistas
más destacadas, liberalismo y socialismo, no solo se puede analizar desde el
siglo XXI,
sino también, desde el inicio del mundo actual, muy cargado por revoluciones religiosas,
obreras o burguesas. Es notorio que la economía no es solo una ciencia exacta
de números, porque conlleva en si una cantidad enorme de filosofía moral, de
ética, solidaridad no coercitiva y responsabilidad del individuo. Antes de
terminar el espléndido libro, el escritor escribe una suerte de arenga hacia
los lectores, la cual no puede no mencionarse: «Marchad, pues, con paso firme y
sin vacilación hacia la libertad. Si se os dice que olvidáis la igualdad respondéis
que tendéis a ella, no rebajando por la coerción a los que están mas elevados,
sino elevando a los que se encuentran actualmente más abajo. Responded que no queréis
sino la igualdad legitima, la de los derechos, y no una igualdad de fantasía
que no tendría en absoluto en cuenta la desigualdad de mérito y de valor de los
individuos». De esta forma, Jean Gustave Courcelle-Seneuil, termina una obra
muy optimista en términos de libertad como ideología dominante de la sociedad, digna
de replicar en estos tiempos.
Comentarios
Publicar un comentario